Con 33 años Edward Venero, diseñador de modas proveniente de Cusco “ombligo del mundo”, muy reconocido
sobre todo a nivel nacional, es una persona perseverante, muy curioso y considera que lo más
importante es que está dispuesto a aprender cada día.

“Un diseñador debe entender la naturaleza, el espacio en el que nos desarrollamos y sobre todo
aportar de manera sostenible a la cultura y a la sociedad”

Los últimos 12 años los ha pasado en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), desde la carrera
profesional, maestría y de ahí su carrera como docente. ¿Pero qué lo llevo a ir por el camino de la
moda? Pues, en sus primeros proyectos es donde se da cuenta que en las prendas de vestir es
donde existía una complejidad, se mueven de un lugar a otro. Además, nos explica que el mensaje o
contenido que quieres incluir como diseñador pasa a hacer la voz del usuario. Por eso, le parecido
muy poderoso y eso lo ha ayudado a construir diferentes propuestas a través de la indumentaria.

El talentoso Venero nos cuenta que su evolución ha sido progresiva, ya que cada día aprende
algo nuevo y que nunca va ser suficiente para seguir creciendo, no solo en conocimiento sino como
persona. Así mismo, el tema de investigación ha sido lo de mayor evolución en su trabajo porque
intenta entender de qué manera se pueden articular conocimientos de otras disciplinas u otras áreas.

Dueño de creaciones fantásticas y que nos van sorprendiendo cada vez más, fue sincero y nos dijo
que en sus colecciones no le tuvo miedo al fracaso, más bien tiene la idea de que cada error es un
aprendizaje. “El temor a equivocarme nunca me paralizó, no me dejo hacer algo que deseo”.

Su primer desfile en Lima fue en el Lima Fashion Week, en donde la experiencia de presentar una
colección fue interesante, porque le permitió ver como se iba articulando las áreas en el mundo de la
moda desde el Perú. Cabe recalcar, que este evento en dicha época fue gigante y con una gran
capacidad de personas a diferencia de hoy en día. Pero, sin lugar a dudas el evento con el que inició
su carrera fue para su suerte en la capilla San Antonio de Abad en Cusco, con un altar barroco que
iba muy a la par de la colección que mostró al público. Además, esa colección tenía una complejidad
en el material porque trabajo con mucho hilado, alpaca con bambú, alpaca con seda para poder
desarrollar diferentes texturas y consistencias en la tela y muy poco tema de estampado porque
quería ir mas por el tema sostenible, de hecho, trabajó solo con hilado de rescate de una fábrica que
había quebrado.

Ha sido totalmente honesto y asegura que su meta nunca ha sido ni será internacionalizar su marca,
ni que sus prendas estén en desfiles internacionales porque para él sería intraproducente con la idea
que todos tenemos de que el Perú crezca como marca. Se debe construir marcas con identidad y
eso implica que estén sujetas a una realidad que permita sostener realmente esta propuesta. Es por
eso, que muchos proyectos de internalización de marcas en el Perú respecto a la moda no son
exitosos, porque no tienen un respaldo adecuado.

“me costó 10 años posicionar mi marca y durante ese tiempo no vendía, y ahora me compran por lo
que soy”

El principal valor de su marca es la identidad peruana, ha ido explorando y mezclando ciertos
detalles, pero todo sigue esa línea. Sus colecciones no han partido de una idea de la necesidad de
negocio sino en la idea de creación de una marca con identidad, y que esta se defienda.

Su principal objetivo a corto plazo es llegar al desfile que viene como el desea, a mediano plazo que
su colección que presentara entre a la tienda y largo plazo no tiene muchos planes porque prefiere
que las oportunidades vayan apareciendo y sobre todo disfrutar cada uno de esos procesos.