¿Recordaría cómo besar? Desde la última vez que la vio, habían pasado cinco meses. No había olvidado cómo se sentía estar con ella y ese recuerdo lo embargaba de anhelo. Ansiaba volver a sentir el cuerpo de Gabriela junto al suyo.

Había creado un mundo para ellos. Un mundo hecho de ceros y unos. Un mundo virtual. Un mundo a base de bits.

Pasaban horas jugando videojuegos o hablando por videollamada ¿Pasaban las horas? En realidad casi no se daba cuenta.

Aún así no era suficiente. Sus ojos, ansiaba volver a sentir su mirada. Esos ojos que tanto le transmitían. Esos ojos que lo hacían sentir especial.

Cuando compartían una mirada él sabía que ella se daba cuenta, la amaba; y si en caso no lo intuyese él se lo decía: Te amo.

Hey ¿Me escuchas? Levantó la mirada. Gabriela le sonreía desde la pantalla del ordenador. Era ella y a la vez no.

Adela, una interrogante sobre qué es el amor
Necesitaba saberlo ¿lo seguía amando? ¿lo había amado alguna vez? Responder esas preguntas implicaba tener una idea sobre qué es el amor.

Es algo que se siente, le habían dicho. Pero ella desde hace mucho no tenía tiempo de sentir. Entre cocinar, limpiar la casa y trabajar lo que ella sentía, cómo ella se sentía, quedaba de lado.

De pronto hubo tiempo para pensar en sus sentimientos; Sin embargo, su cabeza se llenó de preguntas sin respuestas ¿Qué sentía cuando estaba con él? ¿sentía amor? Tal vez solo paz. Tranquilidad que da la costumbre.

Había algo más. Dolor. Sí, sentía dolor ¿Enojo? Probablemente.

Las heridas abiertas se infectan y aquello que alguna vez la hizo sentir frágil, potenciaba hoy sus ganas de gritarle; pedirle el divorcio.

¿La había engañado? Él siempre lo negó ¿Ahora ella le engañaba al decirle que lo amaba? ¿se engañaba a sí misma?

Chifón, los perros también se enamoran

La conoció un día antes de que su dueño dejara de sacarlo a pasear. Lo primero que lo cautivó sobre ella fue su olor. La perrita olía a grass, a libertad. Se detuvo y con ello, obligó a su dueño a detenerse. Alzó su vista y la vio. La perrita era más alta que él. Aun así, quería conocerla. Ladró.

Disculpa, mi perro es escandaloso, oyó que su dueño decía. Chifón se molestó, su dueño lo estaba haciendo quedar mal. El perrito se había esforzado en ladrar con elegancia y armonía. No te preocupes, mi perrita es igual, respondió una voz cuyo rostro Chifón no se molestó en observar. Lo que sí vio fue una extraña coloración en la expresión de la perrita.

Intento volverle a hablar. Su dueño volvió a disculparse. Qué entrometido es. No entiende qué es el amor. La dueña de la perrita se despidió y empezó a alejarse, junto con ella se iba la perrita que tanto había cautivado a Chifón.

Alzó la vista. Observó a su dueño. Parecía como si su rostro se hubiese iluminado ¡Ay Chifón, si tan solo los perros entendieran qué es el amor!