3:00 AM. Te duele el cuello, la cabeza, la vida. Te acabaste el último vodka de la alacena, amaneciste en una cama desordenada con alguien que no recuerdas nombre, apellido ni profesión. Pero, aún cuando el joven no está para nada mal, no te sientes mejor.
Piensas en que, quizá (y solo quizá), estarías mejor si te hubieras quedado en casa, viendo películas o terminando series sin parar. Comiendo helado, charlando de la vida con aquel muchacho que te quitaba el sueño. Piensas en los cientos de temas que pudieron haberse contado, piensas en los cientos de dilemas de los que él se habría burlado.
“No, esta vez no”, te repites.
Quizá porque piensas que estarías mejor si él se dignara a llamarte.
Pero no va a pasar, querida.
Debes dejarlo ir.
¿De qué te sirve estar ebria de madrugada sino sabes por qué lo haces? ¿De qué te sirve cepillarte lo dientes, dejar la habitación e ir a trabajar si no puedes sacarte de la cabeza esos rollos mentales? Ni el café pasado, ni la ronda de tabaco pueden acariciar el sabor amargo de una jornada laboral terrible. Jornada que se intenta soliviantar con un poco de ese bullicio nocturno, con esos amigos que están para el alcohol, pero no para sostenerte el cabello.
Sin embargo, te tengo la solución para esos malestares. Desde hace unos meses practico algo muy sencillo: Si no te hace feliz, déjalo.
Suena fácil, lógico. Algo que un coach o libro de motivación podría decirte sin problema. Pero, la gran verdad, es que siento que muchos de ellos solo nos aconsejan cómo decir que no a las situaciones que nos incomodan, pero nunca nos explican cómo superarlas una vez que las dejamos.
Quizá porque no llegamos a comprender del todo el valor que tiene nuestro tiempo y quiénes somos. La vida es increíblemente corta para preocuparse por un ex que no va volver, un trabajo que no te supo valorar, ¡Sería terrible pasar tus felices 20 preocupado por un parcial!
Para ser feliz, hay que pensar en nosotros un poco más. Eres una persona maravillosa, con sueños, metas, objetivos y no te mereces nada ni nadie
que no pueda compartir esa opinión. Tal vez es un problema de reconocimiento: Pasamos tanto tiempo intentando igualar a otros, que nos olvidamos quiénes éramos en un principio. ¿Qué es lo que siempre has querido? ¿Crees que las decisiones que estás tomando te están llevando a esa vida deseada? No está mal ser un poco egoísta: Tu salud mental y bienestar emocional deben estar por encima de cualquier cosa. Un examen, un novio, una carrera o lo que sea, puede esperar. Y, si es para ti, estará allí para cuando estés listo.
Piensa en ti, en cómo te gustaría que te recuerden. ¿Qué dirían de ti si el día de mañana sacaran una película sobre tu vida? ¿Serías la llorona novia despechada? ¿El iluso poeta que se resignó a una oficina?
Debes dejar ir todo aquello que no te da tranquilidad, aunque parezca doloroso. Porque tú mereces algo mejor que eso. Porque tú mereces a alguien que si conteste tus llamadas.
Nuestra juventud es muy efímera como para ser miserable. Demasiado efímera para intentar retener, para forzar todo aquello que, en ese momento, no se puede tener.