El mundo artístico tocó las puertas de Sebastián Llosa cuando era un niño. Desde el momento que conoció la adrenalina que lleva consigo estar en el escenario, quedó enamorado de una forma distinta de expresar sus emociones, por medio de la magia de la música.
Desde hace cuatro años, encontró su vocación. Empezó componiendo melodías sentimentales y hasta ahora ha logrado sentirse cómodo con ese estilo. “Creo que cuando las canciones cuentan una historia basada en experiencia propias o en vivencias muy comunes a personas de nuestro alrededor, transmiten una fuerza distinta y funcionan mejor”, comenta.
Al inicio tuvo que pasar por diversos obstáculos para encontrar su voz. De pequeño tocaba guitarra y cantaba en su habitación, que se convirtió en su refugio de inspiración. “Me daba vergüenza demostrar mi talento en público, a pesar de ver el gran desenvolvimiento de mi madre [Roxana Valdivieso] en sus conciertos. Cada persona va a su ritmo”, dice. Definitivamente la cantante de rock influyó en sus primeros pasos pues le enseño lo valioso que es abrazar todos los géneros musicales.
“Me demoré en reconocer que la música formaba una parte importante de mi vida, por eso me fui a estudiar Economía a la Universidad de Yale. Pensé que una profesión relacionada a los negocios me daría estabilidad y la verdad es que me terminé dando cuenta que odio las matemáticas”, ríe.
El universo del arte está lleno de pasión, por lo que es tan fascinante y adictivo para algunos. Esta es la explicación por la que muchos desean tener la experiencia de montar un show tantas veces como se pueda. Otros prefieren mirarlo desde lejos porque lo perciben como incierto y con muchos altibajos. Sin embargo, él apostó por la primera opción.
La vida en Los Ángeles le regaló una de las mejores oportunidades a su carrera. La primera canción que lanzó llamada “Let me Go” se difundió en diversas radios de Latinoamérica. Fue una colaboración con Stephanie Cayo y Renzo Bravo, ex integrante del grupo Adammo. La letra narra el quiebre de una relación amorosa.
De a pocos ha ido sumando experiencias a su trayectoria, cual viajero que fluye con la onda de una melodía. El año pasado realizó once shows en los Juegos Panamericanos. “Fue muy rico por todo lo que aprendí”, menciona el cantautor. “Yo no estaba acostumbrado a tener a espectadores 360° grados alrededor mío, es decir, solo había estado en escenarios con un frente”, agrega. Lo que más resalta fue la sensación cálida que recibió aquellos días por parte de peruanos y extranjeros. Esto le permitió tener un nuevo contacto con sus seguidores.
Le gusta plantearse nuevos retos en especial si pueden reforzar su vena artística. Ha actuado en las series peruanas “Los Vílchez” y “Torbellino”. La actuación es un rubro el cual desea continuar explorando porque le ayuda a mejorar su performance en sus conciertos.
En relación a la industria musical en nuestro país, opina que el género urbano se encuentra en crecimiento. Muchos jóvenes talentos se están sumando a esta nueva ola que promete no estancarse. Sebastián es uno de ellos.
Se trata de construir un circuito muy similar al que viste a la salsa y a la cumbia. El ideal consiste en que los artistas tengan lugares para ser escuchados y cuenten con el apoyo de las plataformas de difusión. Pero lo más importante es que puedan sentir el aliento de diversas partes del Perú mientras cumplen sus sueños.
Para lograr el éxito en el rubro artístico se requiere valentía y una dosis de ingenio. “Es como un negocio que no solo se trata de hacer música. Implica ver el marketing, la grabación de los vídeos y el diseño de las portadas”, comenta. Es importante que la persona esté presente en cada escalón del trayecto y aprenda a dominarlo con el objetivo de potenciar su carrera en la dirección correcta.
El mundo de la música trae grandes satisfacciones a la vida de Sebastián. Es el motivo de su sonrisa y su emoción cuando narra una anécdota que pareciese volver a vivirla en ese mismo instante. Hoy por hoy está enfocado en escribir canciones mágicas que llenen el alma de sus seguidores, junto al goce de disfrutar de su más grande pasión. Él elige el arte y busca transmitir este modo alternativo de observar al mundo.