La maternidad se encuentra desde siempre en las representaciones artísticas de la raza humana. Las civilizaciones arcaicas creaban esculturas que resaltaban diversos detalles del cuerpo femenino.
La Virgen María, tomada como símbolo, ha sido protagonista de distintas obras que buscan retratar la ternura y calidez que transmiten aquellas mujeres que se encuentran en este estado.
Los hombres en el arte representaban a la mujer mostrándola amorosa y protectora.
Es común observar que en cuadros donde encontramos una madre y un niño, estos guarden una gran proximidad. Casi siempre el infante se encuentra entre sus brazos y se sostiene de la misma. Esta cercanía se puede traducir en el vínculo irrompible que tiene uno con la persona que le otorga la vida.
El grandioso cuadro de Gustav Klimt, “Madre e hija”, muestra claramente esta idealización. La madre reposa su cabeza en la de la niña y sus cabellos están llenos de flores de distintos colores. Este último detalle alude a la feminidad, concepto que también se ve asociado a la noción que se tiene acerca de lo que es ser madre.
Oswaldo Guayasamín, artista ecuatoriano, realizó un homenaje (serie “Mientras viva te recuerdo”) con más de cien obras a las madres del mundo, al ser estas ejemplo de vida.
Sin embargo, hoy en día la maternidad se repiensa tanto en el ambiente social como en el artístico. Artistas feministas desafían las nociones tradicionales de lo que es ser madre. La visión de las mujeres en torno a sus propios sentimientos, emociones y estados presentan un enfoque distinto y más acertado. Son ellas mismas las que viven esas experiencias, ¿por qué no ser las encargadas de retratarlas?