Luciano es muchas cosas y ninguna. Dice ser, en pocas palabras, enfático, inquieto, hiperactivo y problemático, ocurrente, indeciso. Pero si hay algo certero en su vida, es que la música y él viven entrelazados desde el principio de los tiempos. Para él, la posibilidad de crear algo y modificarlo a su gusto forma parte de los mayores placeres de su vida. “Tocar un instrumento no es lo mío. Pero la idea de poder curar la música, el poder decidir qué hacer y cómo plasmar algo nuevo en algo que ya existe. Seleccionarla, crear una curva de sonidos y vibras para generar emociones.”
A los 17 años empezó a interesarse por la música electrónica, como un juego, un hobby que poco a poco fue enamorándole y ganándose un espacio importante en su vida “Empecé a aprender a manejar equipos y conceptos de mezcla hace catorce años. Pero lo hacía por cariño, por gusto a la música. A veces cuando tocaba, ni me pagaban porque yo lo hacía como un pasatiempo, porque me vacilaba hacerlo. Un beat por aquí y un beat por allá, me jalaban a diferentes clubes. Cuando empezaron a pagarme, me pagaban poquito y no me lo tomaba en serio. Hacía lo que me gusta, y me estaban pagando por ello. ¡Mostro! Con esto me alcanza para pagar mi celular a fin de mes.” Me cuenta entre risas, estirando la mano para alcanzar el generoso vaso de chicha recién hecha que tiene frente a él.
Tras la refrescante pausa, me comenta que no es hasta los veintinueve años que decide tomarse la música más en serio. “Decidí aprovechar mi talento y mi música. Porque me di cuenta de que el tiempo se me pasaba y las oportunidades de crecimiento se iban con él. Y en el momento en que tomé esa decisión, todo explotó.
Otra de sus grandes facetas, es en la que vive obsesionado con la comida. “Amo comer bien y explorar sabores, me encanta. Conozco muy bien los platos, quiénes son los chefs. Pero debo admitir, que a pesar de ello, cocinar no es lo mío.” Dice entre una carcajada leve.
Para él, la comida forma una parte indispensable en la manera en la que los seres humanos nos relacionamos. Además, considera que la gastronomía es un arte en todas sus formas. “Primero porque requiere una creatividad tremenda, y muchísimo talento. ¿Cómo se desmenuza lo que es la gastronomía? Creo yo que es una inteligencia, a pesar de que psicológicamente no se le considere. De la misma manera en la qué hay que tener desarrollada un tipo de inteligencia para hacer música, para entender de cocina yo creo que, del mismo modo, se necesita un tipo de inteligencia y habilidad para poder reconocer sabores, y saber con qué se se complementan y con qué se cancela; registrar todo eso en el cerebro no es tarea fácil. A mí me gusta asociar la cocina con la música, tú puedes tener los mismos ingredientes que otro, y en la música alguien más puede tener las mismas notas y canciones; pero cada quien es capaz de crear algo nuevo y original con lo que tiene. Tus propios tiempos, tus propias combinaciones. Y ahí se nota el talento.”
Luciano ha crecido en una enorme familia italiana, y dice que eso ha influenciado en su interés por la cocina. “En las familias italianas, la Nona es la mejor cocinera del mundo. Yo crecí en Magdalena, y en el barrio de mi abuela había una dinámica bien interesante porque habían muchas colonias de inmigrantes juntas. Alemanes, italianos, judíos y palestinos. Lo curioso es que todos se llevaban muy bien, y toda esta gente se reunía a comer en la casa de mi abuela. Mi abuela se convirtió casi en una institución, y en su mesa se formaba una comunidad entorno a la comida. Creo que es por ello que me gusta tanto, es un lenguaje universal, la comida junta a la gente.»
A pesar de su amor por la música y la comida, Luciano dice que su pasión más grande es lo que ambas tienen en común: la gente. Crear conexiones y motivos para reunirse, razones para pasarla bien. Recalca, que es esencial sentir ese contacto humano. Él me reafirma varias veces, que fueron sus padres los siempre le enseñaron el valor de la unidad y comunicación con otras personas, a ver a todos como iguales. Y eso es algo que Luciano aplica en su vida día a día.
Su fascinación por la gente lo ha llevado a expresarla de distintas maneras, pues además de la música y la comida, la fotografía conforma otro de los pilares en su vida. “Yo era ese niño loco que andaba tras el lente de la cámara desde muy pequeño. Tenía una de esas cámaras baratas a rollo, y yo me la pasaba tomando fotografías. En la clase, en las fiestas, en los viajes, siempre estaba tomando registros de lo que ocurría realmente.»
Él jugaba la vez de testigos en las diferentes fiestas y escapadas con sus amigos, los viajes escolares y las palomilladas en los recreos, su lente y él, aún sin saberlo, guardaban las memorias de una juventud añorada que se pasaba con velocidad. “Yo tenía el registro de todo, las reacciones de verdad, las travesuras y un sinfín de anécdotas.”
Entre sus proyectos personales se encuentra Perú Well Served y Premium Perú — ambos enfocados en la gastronomía. Premium hace hospitality y experiencias gastronómicas para corporaciones y Perú Well Served es una empresa de turismo receptivo. Luciano tiene hambre, y está seguro de que se va a comer al mundo.