Solemos tener días malos y días buenos. No todos los días somos la mejor versión de uno mismo. Los seres humanos tenemos la pequeña debilidad de dejarnos llevar por la primera impresión, por lo primero que podemos observar de la otra persona o el primer contacto que hay.

¿Podemos darnos a conocer con una simple inspección visual? Ya sea a través de nuestro aspecto, peso, lenguaje corporal; el individuo con el que estamos interactuando ¿puede saber quiénes somos?

Es cierto que lo primero que apreciamos puede ser un atisbo de lo que es o deja de ser el individuo, pero no define su esencia. Solemos ser como un producto en el súper mercado, estamos expuestos al escrutinio público. Las criticas están presente ya sea por la presentación del producto u otros, pero nadie se toma la delicadeza de probarlo o tan siquiera averiguar qué es lo que contiene. Un ejemplo de ello es: cuando nos cruzamos por la calle con una mujer arreglada y bien vestida, se suele asumir que es superficial y vanidosa. ¿Qué tan cierto puede ser esto? Qué sucede si en realidad la persona es todo lo opuesto, es humilde y solo busca estar conforme con su imagen personal.

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Cabe la posibilidad de que quizás si sea vanidosa u otro. A pesar de ello existe la duda. No se puede sentenciar a alguien sin que exista pruebas contundentes. Es fácil juzgar al extraño e incluso a las amistades o las personas del entorno, pero ¿Qué sucede cuando se invierten los papeles? Se siente la injusticia y se pide las oportunidades que no se dio. A veces apenas uno está definiendo quién es y le cuesta aún más exteriorizar una parte de ello.

Con el tiempo he aprendido que solemos errar a la primera por ello he tomado la determinación de dar las oportunidades que quisiera que me den. ¿Qué tan dispuesto estás de conocer al otro de la misma forma que quieres que te conozcan?