Jose Dammert fue dueño de su felicidad desde el día en que decidió ir a por ella hace más de 10 años. Terco y rebelde, tomó un vuelo hacia el extranjero para perseguir lo que está convencido es su misión en la vida. Con una personalidad vibrante, la elegancia que lo caracteriza y su buena onda, nos abre las puertas su vida, su historia y hacia sus próximos proyectos.
GRACIAS, MIOPÍA
Miope desde pequeño, a Jose se le hacía imposible practicar algún deporte: un balón de fútbol resultaba peligroso para sus anteojos, y sin ellos bajo el agua no había forma de que consiguiera ver algo. Es así como se acerca a las artes escénicas, y en específico, a la actuación. Casi al terminar su adolescencia, ya había gozado de los reflectores, aplausos y las puestas en escena. Era un diamante en bruto y había que pulirlo.
Para la época, ser actor no era lo que la sociedad esperara de alguien, mucho menos la familia limeña de entonces e incluso al propio Jose le pareció una locura el que su directora de teatro, Érica Uribe, lo animara a dedicarse a la actuación. “Ser actor no era una opción, sin embargo las otras opciones me hacían infeliz, entonces yo decía ´o estoy condenado a la infelicidad o a ser pobre´, que era lo que te hacían creer, que ibas a morirte de hambre. Uno tiene que pelear contra una sociedad que te dice que de eso [la actuación] no se vive o que es una vida de vago. De vago no tiene nada un actor”.
EL CAMINO HACIA LA FELICIDAD
Con el empujoncito y la confianza de su tía, la entrañable Claudia Dammert, puesta en él, Jose decidió arriesgar todo e irse a Italia para estudiar actuación, aunque para sus padres salía del país a convertirse en chef. Como la mentira tiene patas cortas y la verdad siempre sale a la luz, al poco tiempo, se enteraron de que su hijo se estaba preparando para ser actor en Roma.
Sin el apoyo económico de mamá y papá, fueron 8 duros años los que tuvo que estar solo en una ciudad donde no hablaba el idioma, mantener un estilo de vida cómodo era costoso y conseguir oportunidades laborales como actor sin tener el acento italiano perfecto era difícil. “Fue ahí donde me di cuenta que de verdad lo quería, porque nadie me lo estaba dando y tenía que trabajar el triple para conseguirlo”.
A pesar de las adversidades, Jose se sentía contento de estar en una ciudad donde cada lugar era como un museo y lo que se proponía hacer era valorado. Llena de arte y de cultura, gente y amigos, monumentos y esculturas, trabajo y resiliencia, así fue Roma.
Dammert se convirtió en uno de los meseros más codiciados de La Ciudad Eterna y llegó de tener tres trabajos para costearse la renta del departamento donde vivía y sus estudios antes conseguir ver toda la capital italiana infestada con su rostro al hacer su debut en la pantalla grande con “Come Non Detto”. “Me la había peleado solo, y sabía más rico”, recuerda, “yo sabía que era lo que me hacía feliz. Uno es el único que sabe lo que le hace feliz. No dejes que nadie más te diga que hacer, porque tú no puedes hacer cosas que le hagan feliz a otro”.
Después de la película, vinieron dos series para Disney Channel Italia y su participación en una serie web de aquel país. Las producciones italianas le habían abierto las puertas a Jose, pero una serie de circunstancias, su instinto y, aunque suene cliché, la vida, lo llevarían a volver a pisar suelo peruano después de casi 10 años.
DE VUELTA A CASA
Estando en el país, Jose ha conseguido papeles en el cine, el teatro y la televisión peruana encarnando a antagonistas, un loco y hasta a una drag queen. Cada personaje ha sido toda una experiencia y con todos ha descubierto cosas de sí mismo, y así como interpretarlos le ha abierto puertas, él hace lo mismo con ellos. “Yo le abro la puerta de mi sensibilidad a todos los personajes que interpreto. Nunca he asumido a uno de manera un poco más superficial que otro. Todos mis personajes nacen de cosas que yo conozco y que yo siento. Esa vulnerabilidad se la doy a todos”.
Actualmente, Jose piensa invertir todas sus energías en hacer crecer que la escena artística y cultural Limeña (¿y por qué no del Perú) con lo aprendido en el extranjero. No ha descartado las posibilidades de volver a trabajar con Italia ni de hacerlo en otros países como España o Brasil, donde le gustaría actuar en algún momento, pero cree que hoy por hoy en Perú se están presentando propuestas interesantes, hay mucho talento y ganas de hacer arte.
Una película, obras de teatro, una serie histórica y en la conducción de un programa de entretenimiento es donde estaremos viendo a Jose en los próximos meses, y aunque se muera por contarnos más sobre ello, aún lo mantendrá en secreto. Nos queda estar atentos.
TOCS, GATOS Y ROMEO
A lo largo de su carrera José ha aprendido a separar el ego y la humildad; uno es para la puesta en escena y la otra para la vida, para protegernos y entender los golpes de la misma. La soberbia no forma parte de él, y es por ello que lo rodea una vibración positiva, que resulta distinta, que transmite y conquista.
Gusta de usar camisas, corbatas y sacos. La elegancia es una característica que para él va más allá de cómo uno se viste. “Es la forma en que hablas, en la que te mueves, en la que tratas a los demás, y yo trato de ser elegante en mis modos, porque siento que es una forma de respeto, y a mí me gusta el respeto”. Aun así, podemos verlo en buzo, con unos jeans y una camiseta casual, pero eso sí, siempre bien peinado.
Si no viaja al menos tres veces al año, se muere. Es quisquilloso con la puntualidad, la limpieza y el más mínimo ruido en una función de teatro. “Tengo mis TOCS, son mis cositas”. Además, sus dos hijitos de cuatro patas y andar elegante, Nina y Apolo, llegaron a su vida para acompañarlo, sacarlo de quicio de vez en cuando y ser su salvación.
“Hacer bien el trabajo y contar historias. Yo creo que eso es lo único que un actor quiere hacer”, y aún falta una historia que se muere por contar, “yo he soñado toda mi vida con hacer de Romeo. Toda mi vida y nunca lo he hecho [risas]”. Cree que se le está pasando el tren, pero el convencimiento en el teatro puede hacer que se le cumpla un sueño más.
José considera que la vida se ha encargado de poner en su camino los medios y las personas adecuadas para poder alcanzar grandes cosas. ¿Suerte o casualidad? Ni él lo sabe, pero está completamente seguro de que todo lo que se le presenta es para poder concretar la misión con la que nació. En todos estos años ha aprendido a meditar, observar, escucharse, no forzar las cosas y aprender. Todo esto le ha permitido alcanzar la felicidad, que si bien resulta efímera, Jose Dammert parece estar viviendo su nirvana.