Despiertas, tomas una ducha, desayunas (si te alcanza el tiempo) y si no, optas por comer “algo ligero”, ya que se te hace tarde para llegar al trabajo o universidad, en el break compras unas galletas y algo de beber. Piensas en hacer un poco de ejercicio al llegar a casa, pero no, camino a ella te cruzas con un tráfico de los mil demonios y a eso súmale el cansancio después de un día complicado. Entonces, cambias de opinión y lo único que quieres es llegar y tomar una siesta. ¿Te sientes identificado(a)?
Así suelen ser las rutinas de muchos el día de hoy, pues vivimos tiempos acelerados donde inconscientemente adoptamos hábitos desordenados ignorando la importancia de tener un balance energético, pero ¿Qué involucra este término? Se trata de mantener un equilibrio entre los alimentos que ingieres y la energía que gastas diariamente al realizar tus actividades. Sí, tal vez este concepto suene fácil de emplear, pero la verdad es que no. En tiempos como estos, la percepción del peso o tamaño corporal varía. Para algunos tener exceso de peso es sinónimo de belleza y para otros estar delgado es considerado el “cuerpo ideal”; Sin embargo, si eres de una contextura muy delgada las personas lo asocian a signos de “enfermedad o debilidad”. Son estas percepciones las que alteran el estilo de vida de las personas, muchas de ellas con el fin de calzar en la sociedad o tener la “figura ideal”. Pero ¿Cómo lograr ese balance en tu vida?
Es importante que las calorías que consumas en tu día (alimentos y bebidas) te permitan realizar tus actividades de manera “normal”, sin sentir cansancio o debilidad. Ir al gimnasio, correr un poco, nadar son actividades físicas que te ayudaran a mejorar tu salud; Sin embargo, he escuchado a muchas personas hablar de lo mal que se sienten al iniciar su rutina de ejercicios, empiezan a sentir malestar (nauseas y mareos). Un claro ejemplo de que si utilizas más energía de la que obtienes de los alimentos puede afectar tu salud, además de provocar pérdida de peso. Por el contrario, ingerir más calorías de las que utilizas hará que subas de peso notoriamente y más aun si llevas un vida sedentaria. Por ello, mantener un peso saludable es sinónimo de un buen balance energético, limita el consumo de alimentos ricos en calorías, controla el tamaño de sus porciones, si es posible cómprate una balanza pequeña ¡Ayuda mucho!
Aumenta el consumo de frutas y verduras, si no son tus favoritos intenta consumirlas dos veces por semana, de esta manera podrás complacer algún antojo cuando se te apetezca. Prioriza actividades, no te quedes pegado(a) al celular hasta tarde, si tienes algún compromiso muy temprano intenta preparando panqueques de avena un día antes ¡Optimiza tu tiempo y no obvies comidas! De esta manera, no solo te ordenarás y tendrás tiempo para más actividades, sino te ayudará a prevenir enfermedades (obesidad, gastritis, entre otros) y a crear hábitos saludables.
La idea no es llevar una alimentación estricta, sino balanceada con distintos tipos de nutrientes. Además, organiza tu día y date un tiempo para realizar actividad física, si tus horarios de trabajo o de universidad son agotadores, prueba realizando caminatas de 20 minutos al día ¡Nuestro cuerpo necesita utilizar esa energía! ¡No olvides tomar agua!
Adecua tu cuerpo entre la energía que el cuerpo consume y la energía que utiliza a través de actividades diarias y sobre todo ¡Ámate lo suficiente como para llevar un estilo de vida saludable!