En el Día Internacional de la Mujer parece pertinente dar un paseo por la historia del empoderamiento femenino, para conocer los hechos que trajeron consigo una ola de esperanza hacia una sociedad más igualitaria, donde la voz de las mujeres es escuchada.

La enorme opresión sufrida por parte del sexo femenino ya se había hecho consciente años antes de que el movimiento sufragista apareciera en Inglaterra. Este grupo de activistas buscaba lograr que la mujer tuviera los mismos derechos que el hombre, comenzando por el derecho al voto. Tras años de lucha continua y enfrentamientos sumamente violentos contra el gobierno, el 6 de febrero de 1918 el Parlamento británico concretó que los hombres mayores de 21 años y las mujeres mayores de 30 podían ejercer el voto. Diez años después se conseguiría borrar la brecha de edades.
El anterior hito es el más representativo de la primera ola de feminismo, la cual tenía como objetivo principal superar los obstáculos legales de la mujer. Por otro lado, la segunda ola dio lugar a una conversación más personal, pues se centraba en la desigualdad dentro de la familia, en el trabajo y en la sexualidad.

Este pensamiento surge en Estados Unidos durante los años sesenta, como una reacción en contra de la idealización de la domesticidad, pues se les imponía a las mujeres volver al rol que tenían antes de la Segunda Guerra Mundial.

Años antes, Simone de Beauvoir publicaba “El Segundo Sexo”, libro que se convertiría en la biblia del movimiento feminista de aquella época. En este, realiza un estudio con respecto a la situación de la mujer y plantea que la posición central del hombre dentro de la historia de la humanidad, se sostiene a partir de mitos.

En 1960, se aprueba la píldora anticonceptiva, lo cual permitió que las mujeres pudieran hacerse cargo de su vida sexual y protegerse contra embarazos no deseados. Cabe recalcar que a lo largo de toda la década, hubo un sinnúmero de manifestaciones a favor de los derechos de la mujer.

Treinta años después, comienza el movimiento de la tercera ola. Este trata de repensar y redefinir lo que significa ser feminista. Además, recoge la noción de “interseccionalidad”, que se refiere a los distintos tipos de opresión que puede sufrir una mujer a causa de su raza, orientación sexual, clase social, etc. Es aquí donde el feminismo negro, prosexo, transfeminismo, entre otros, comienzan a aparecer. La lucha no es exclusiva para las mujeres blancas, debemos tomar en cuenta nuestra individualidad, pero también la diversidad.

Es evidente que sin la ayuda de los diferentes movimientos feministas, el presente que vivimos sería muy distinto. Hoy en día, una de las tareas más necesarias es la constante deconstrucción: debemos desaprender las conductas y pensamientos que se nos han impuesto a lo largo de nuestra vida y reflexionar acerca de nuestros privilegios. El feminismo debe ser interseccional o no será.